martes, 24 de noviembre de 2015

Científicos de Kioto encuentran la verdadera llave de nuestra felicidad

Salud, dinero y amor, se suele decir, son los tres grandes pilares de la felicidad. Pero ¿y si sólo pudieses escoger uno de ellos? No le des muchas vueltas, porque según la ciencia no nos quedaríamos con ninguno de los tres.

 Infinidad de libros de autoayuda, terapias de grupo, ejercicios de autorrealización, meditación… Un complejo entramado de actividades y teorías tratan de mostrarnos el camino para encontrarla. Pero hasta ahora nadie había sido capaz de dar respuesta a la eterna pregunta: ¿qué es realmente la felicidad? Ahora la ciencia parece tenerlo claro: es una respuesta neurológica.

 Un reciente estudio realizado en la Universidad de Kioto afirma haber encontrado la clave de la felicidad. Nada de macroencuestas sobre objetivos vitales, sentimientos y modos de vida. En el proceso de búsqueda de la felicidad, los investigadores utilizaron como herramienta la resonancia magnética para encontrar exactamente las estructuras neuronales que se esconden detrás de la felicidad, y resulta que alcanzar este estado de grata satisfacción espiritual y física universal puede tener más que ver con nuestras conexiones cerebrales de lo que se pensaba.

La región cerebral de la felicidad

Los investigadores nipones han demostrado que las personas con una masa más grande de materia gris en una determinada región del cerebro tienden a ser más felices que los demás. Al parecer, el área cerebral llamada precuneus, que se encuentra en el lóbulo parietal medial, se enciende cuando la gente experimenta la conciencia de ser feliz. Según pudieron observar, cuando las personas sienten niveles más intensos de felicidad los niveles de masa gris en esta región del cerebro se agrandaban notablemente. En otras palabras: quienes aseguraron ser más felices, sentir menos tristeza y haber encontrado sentido a su vida tenían más desarrollada esta área cerebral.

 Para llegar a estas conclusiones solicitaron a los participantes en el estudio que contestasen a una encuesta evaluando sus niveles de felicidad, qué tipo de emociones diferentes les hacían sentir mejor y su nivel general de satisfacción con la vida. Conocidas las respuestas, examinaron lo que ocurría realmente en sus cabezas a través de un escáner cerebral.

 Las personas sienten las emociones de diferentes maneras; por ejemplo, mientras para algunas pueden sentir una intensa felicidad cuando reciben elogios, otras no perciben ningún atisbo de alegría cuando les piropean. Según este estudio, la felicidad podría derivar de una mezcla de emociones positivas y la sensación de satisfacción y plenitud percibida por el precuneus.

 Ser feliz se puede entrenar

El equipo de científicos –la mayor parte de ellos expertos en psicología– han descubierto que la mezcla de determinados factores emocionales junto con la satisfacción de vida en general, constituye la experiencia subjetiva de 'ser feliz'. Lo que no se había explicado hasta el momento son las conexiones neurales que se esconden detrás de este sentimiento, y aunque los japoneses se han acercado a la respuesta, parece que sigue sin estar claro. “La comprensión de este mecanismo será un gran activo para la cuantificación de los niveles de felicidad objetiva”, asegura el profesor Wataru Sato, autor principal de la investigación.

Sato se muestra optimista sobre las implicaciones que estos descubrimientos tendrán en la formación de la felicidad. De hecho, asegura que incluso puede ser posible aumentar la cantidad de materia gris en el precuneus a través de la meditación. Sato confía en que los resultados del estudio sirvan para el desarrollo y puesta en marcha de “programas de entrenamiento de la felicidad basados en la evidencia científica en los que se ayude a las personas a sacar el sacar el máximo provecho de las cosas que realmente les pueden hacen felices”, explicaba el profesor.

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domingo, 1 de noviembre de 2015

El punto G no existe

Buenas noticias para el ciudadano medio: el punto G, esa piedra filosofal arcana solo dominada por casanovas y donjuanes, no existe. Al menos, así lo afirman Vincenzo y Giulia Puppo, dos investigadores del departamento de Biología de la Universidad de Florencia, en un artículo científico de la revista especializada Clinical Anatomy. Hasta ahora, con esa manía por la confrontación intrínseca al ser humano, las componentes femeninas de la  Humanidad se habían dividido durante siglos en clitorianas y vaginales, según qué parte del organismo femenino marcaba la ruta del placer. Había dos caminos para alcanzarlo: la superior y superficial (también conocida como clítoris) y la profunda y misteriosa detrás del pubis y alrededor de la uretra (el punto G). Esta última solo era alcanzable para los semidioses del sexo, ínfima parte de la población distinta al resto de los mortales.

El culpable de la división fue Freud que aumentó el mito afirmando que los orgasmos clitorianos eran propios de adolescentes inmaduras y los vaginales de adultas de verdad
El culpable de la división fue Freud que, por si fuera poco, aumentó el mito afirmando que los orgasmos clitorianos eran propios de adolescentes inmaduras y los vaginales de adultas de verdad. Aunque es cierto que el austriaco no se inventó lo de punto G que es una creación reciente que corresponde a los sexólogos Ladas, Whipple y Perry en el naranjito año de 1982. Lo bautizaron en honor del ginecólogo Ernst Gräfenberg y, como lo de “encuentra tu punto Gräfenberg en tres fáciles pasos” quedaba muy feo en las revistas para chicas, lo reciclaron en puto G.
Y ya tienes a la mitad de la población, la mitad femenina, desesperada por encontrar el punto G convencida de que así sería una mujer completa y a la otra mitad de la población, la masculina, desesperada por encontrárselo convencidos de que así serían unos amantes completos. Y venga artículos de revistas. Y venga vibradores con formas estrambóticas, y grupos musicales como los Hombres G. Todo para nada.
El punto G es un fraude científico que se ha convertido en el centro de un negocio multimillonario
Vincenzo y Giulia Puppo
Según la pareja de investigadores, el punto G es tan real como el Sorpresa sorpresa aquel del perrete y Ricky Martin. O como ellos afirman: "Un fraude científico que se ha convertido en el centro de un negocio multimillonario”. Y de millones de problemas y discusiones, añadimos nosotros, provocadas por las atentas lecturas a los relatos en primera persona del Nuevo Vale. Amén de las consabidas bravuconadas de expertos playboys de fin de semana que le hacían sentir a uno un analfabeto sexual.
Los Puppo retoman los estudios de viejos conocidos y conocedores del sexo femenino. En primer lugar, las teorías de Kinsey, quien en 1953, y tras entrevistar a la friolera de 11.000 mujeres, llegó a la conclusión de que el orgasmo vaginal no existía. Si no quieren leerse las entrevistas, pueden ver la película: en 2004, Hollywood le dedicó un film titulado Kinsey con Liam Neeson como protagonista.
Poco después, los hoy muy populares Master y Johnson, cuya vida se recrea en la serie Masters of Sex, de Canal+, corroboraron lo dicho por Kinsey y añadieron que la mujer podía tener orgasmos continuados. Hoy, los Puppo no dudan en afirmar que el clítoris y la vagina no tienen relación anatómica y que, por lo tanto, el punto G habrá que buscarlo en Cuarto Milenio, no entre las piernas. Ya lo saben: ni clitorianos ni vaginales, simplemente orgasmos. Ay, qué ganas de etiquetarnos. Al final, parece que hasta los orgasmos se parecen más de lo que nos han dicho.