Cada vez que una generación envejece y reemplaza su ideario por
bastardeados apetitos, la vida pública se abisma en la inmoralidad y en la
violencia. En esa hora deben los jóvenes empuñar la Antorcha y pronunciar el
Verbo: es su misión renovar el mundo moral y en ellos ponen su esperanza los
pueblos que anhelan ensanchar los cimientos de la justicia.
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