Por su comportamiento nadie diría
que era un águila; se comportaba como una gallina más.
Un día llegó de visita a casa del
labrador un viejo amigo que entendía de
aves. “Pero ése-le dijo a su amigo, fijándose en el aguilucho-es un águila”. “Lo
sé-le respondió el labrador- yo mismo traje el huevo del monte y se lo puse a
la gallina”. El visitante siguió: “me comprometo, con tu permiso, a
transformarle en águila”. El labrador asintió. Y el ornitólogo empezó su
trabajo…

Por fin, un día, el ornitólogo subió
con ella a una montaña y la mantuvo allí, lejos de las gallinas y con una
alimentación especial. Después, incitándola con gestos y voces, la echó a
volar. El águila voló, voló y se perdió en el cielo infinito. Había recuperado su ser de águila
Concluyo es excursus sobre
conciencia y autorrealización humana: si el hombre se conociera como es, en su
grandeza real, ¿sería el hombre tristón que conocemos? o ¿el hombre insocial…,ineficiente…,perezoso…o
tenso que tanto nos hace sufrir?
Yo más bien creo que ese hombre, que
conociese y reconociese la grandeza de su ser, sería fundamentalmente feliz…,
realizaría maravillas en la línea de un mundo mejor…Pero por alguna razón difícil
de precisar, el hombre, ignorante u olvidado de su grandeza, ha aprendido a
sentirse mal, “pordiosero”, “deudor”, “gallina”, “rana”. ¿No está ahí la causa
de casi todos los sufrimientos humanos?
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