Era un hombre de baja estatura, pelo crespo y escaso, muy delgado, de piel mulata, ojos pequeños y dulces y una voz que parecía quebrarse como un cristal.
El mote de Jicotea no se debe a la lentitud de sus movimientos, sino más bien a su principal producto de venta: un pan relleno con repollo, tomate, una fina rueda de salami y un picantico, que emulaba las formas de una jicotea o tortuga.
Otros artículos comestibles que expendía Elpidio eran: huevo hervido, leche, arepa, entre otros.
Además de esos artículos, Elpidio vendía bebidas alcohólicas.
Pero lo más resaltante en el negocio de Elpidio era el hecho de que, no sólo era un establecimiento exclusivamente nocturno, sino las facilidades que ofrecía a sus clientes (regularmente serenateros, trasnochadores, borrachos, muchachos recién salidos de las fiestas, prostitutas…). Estas facilidades implicaban que si cualquiera de ellos carecía de dinero para comprar, podía dejar en garantía una correa, un guitarra, una cartera, prendas, zapatos, tenis, cuyo valor era tasado previamente por Elpidio.
Algo curioso es el hecho de que a veces esos artículos no eran requeridos por sus dueños, y cuando ocurría esto con mucha frecuencia, daba lugar a que Elpidio abriera una especie de fleat market o garaje para que las personas interesadas adquirieran productos abandonados a muy buen precio.
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