Por: Leonel Fernández
LA DETERMINACIÓN DE LA NACIONALIDAD ES UN DERECHO SOBERANO
DE CADA PAÍS

Sin embargo, no es así. En nuestro país, conforme a la
Constitución del 2010, no podrán disfrutar de la nacionalidad dominicana
aquellos que a pesar de haber nacido en territorio nacional son descendientes
de extranjeros miembros de legaciones diplomáticas y consulares, así como de
®extranjeros que se hallen en tránsito o residan ilegalmente.®
Así pues, la nacionalidad, por derecho de suelo o jus solis,
no tiene lugar de manera automática en la República Dominicana. Para que sea
posible, se requiere, además, la
condición de que los padres de la criatura sean dominicanos o residan
legalmente en territorio dominicano.
El que por disposición constitucional no se conceda en forma
automática la nacionalidad dominicana a todo el que haya nacido en su
territorio, ¿significa que la República Dominicana es un país racista o que
ejerce la discriminación racial?
De ninguna manera, puesto que la determinación de la
nacionalidad es un derecho soberano que corresponde a cada país de conformidad con lo que
considere su interés nacional. Pero,
además, la República Dominicana no es la única nación en el mundo que ha
establecido límites o condiciones al jus solis.
Lo mismo ocurre en Suiza, Japón, Italia, Argelia, Turquía,
Vietnam, Angola, el Líbano, Siria y Ucrania, entre otros países, donde por el
solo hecho de nacer en su territorio no se dispone de su nacionalidad; y a
pesar de eso, sin embargo, nadie los califica de racistas.
El mito del racismo dominicano
Pero si el presunto racismo dominicano no puede establecerse
por las condicionalidades impuestas al ejercicio del jus solis, hay quienes, no
obstante, lo han intentado fundamentar a través del argumento de la supuesta
negación dominicana a su color racial y a sus raíces africanas.
Un reconocido investigador de la cultura negra y profesor de
la Universidad de Harvard, como es el doctor Henry Louis Gates Jr., en el
capítulo que dedica a la República Dominicana, en su libro, Black in Latin
America, ofrece el dato de que en un
censo federal de los Estados Unidos, el 82% de los dominicanos residentes en ese país respondió que eran de
color indio.
Más aún, en una visita que hizo a nuestro país, pudo
comprobar que al determinar su identidad racial, la generalidad de los
dominicanos no sólo se describen a sí mismos como indios, sino que además han creado diversas categorías, como las de
indio claro, indio oscuro e indio rubio o jabao.
Obviamente, como eso es algo muy singular que se encuentra
profundamente enraizado en la cultura dominicana, y que tal vez para
comprenderlo habría que ser parte o estar muy cerca de lo nuestro, aún para un
intelectual del nivel del doctor Gates
Jr., esta forma de identificarse del dominicano le resulta indescifrable.
Para el prestigioso especialista de estudios afroamericanos, el que nos
identifiquemos como indios constituye una reivindicación de lo indígena, es
decir, de la cultura Taína, para de esa manera no reconocer nuestras raíces
africanas y, por vía de consecuencia, negar nuestra condición de negros.
Nada más alejado de la realidad. Aunque en términos
semánticos lo parezca, al identificarse
como indios, los dominicanos no procuran reclamar su pasado indígena,
sino más bien reconocer su mezcla racial entre blanco y negro, que en lugar de
llamar mulato, como también podría ser, han preferido utilizar el término
indio.
Al referirse a estos temas, en su libro, La Noción de
Período en la Historia Dominicana, una mente tan acuciosa como la de nuestro
Poeta Nacional, Pedro Mir, alega que ®el término tradicional para designar el
producto de la fusión de esas razas en
nuestro país ( negro y blanco), ha sido
el vocablo trigueño, probablemente introducido por los españoles en razón de
que en este país no se cultiva el trigo. El trigueño evoca el color dorado, que
no blanco, de los trigales, y está sobrecargado de alusiones poéticas, que no
afectan y más bien halagan la dignidad de las personas.
®Los franceses llamaban a sus mestizos rouges, rojos, en
Haití. Pero los mismos españoles impusieron en Cuba un término peyorativo e
insultante: mulatos, derivado de mulo que es una bestia híbrida. De allí pasó a
Haití, mulatre, con la misma carga peyorativa.
®En Santo Domingo este vocablo ha sido rechazado en
beneficio de indio que, a su vez, ha desplazado a trigueño, por el patrocinio
oficial, como identificación en los documentos públicos.®
De manera que en la tesis de Pedro Mir, al proceder a
señalar nuestra identidad racial, los dominicanos decidimos no llamarnos
mulatos, ya que podría implicar que se nos confundiera con mulos; y optamos, por el contrario, por la de indio, no por negación a nuestras
raíces africanas, ni tampoco por evocación a nuestros antecesores indígenas,
sino simplemente porque configuraba la nueva identidad que emergía de la mezcla
de dos razas: la negra y la blanca.
Por consiguiente, no puede haber una actitud racista al
considerarnos como indios, pues si bien en ese término no se hace referencia a
las raíces negras africanas de nuestra cultura, tampoco se formula ningún
señalamiento con respecto a los orígenes blancos de la hispanidad.
Lazos de solidaridad
Los primeros esclavos negros traídos al Nuevo Mundo llegaron
a la isla de la Española a principios
del siglo XVI, en la parte que es hoy la República Dominicana, lo cual nos
permite afirmar que somos la cuna de las raíces africanas en América Latina y
el Caribe.
Sometidos a condiciones inenarrables de explotación en los
ingenios azucareros, los esclavos negros empezaron a resistir los mecanismos de
opresión impuestos por la dominación colonial, y fue así como en el año 1522 se produjo en el ingenio de
Diego Colón, en Nigua, la primera rebelión de esclavos negros en América.
Esa fue la primera manifestación de rebeldía contra la
explotación y en favor del reconocimiento de la dignidad humana que se produjo
en la historia de nuestros pueblos, y ocurrió también aquí, en lo que es hoy la
República Dominicana.
Pero años más tarde, hacia 1532, se registra en nuestro
territorio uno de los acontecimientos épicos más estremecedores de su tiempo,
el cual se anticipa en más de dos siglos en anunciar lo que sería el futuro de
la esclavitud negra en el continente: el de la lucha sangrienta por la libertad
y la igualdad de los seres humanos.
Se trata de la rebelión de Sebastián Lemba y de unos 400
esclavos, que constituyeron lo que tal vez podría considerarse como el primer
grupo guerrillero que operó en
territorio de América Latina y el
Caribe.
Sublevados en las montañas del Sur del país, Lemba y sus seguidores no sólo resistían a
las tropas españolas, sino que las atacaban por sorpresa en distintos poblados,
procediendo a liberar más esclavos e integrarlos a la lucha.
Durante cerca de quince años, mantuvieron una lucha tenaz e infatigable por
la libertad, la justicia y el respeto a los derechos humanos, y si bien es
cierto que al final fue capturado y ejecutado por las autoridades coloniales,
el nombre de Sebastián Lemba, sin embargo, ocupa hoy un lugar de honor en la
historia universal por haber sido el primero en resistir y encabezar un alzamiento prolongado contra la
esclavitud negra en el continente.
Tanto la rebelión en el ingenio de Diego Colón como la
sublevación de Sebastián Lemba, son episodios hermosos de nuestra historia, que
nos hacen sentir complacidos de nuestras raíces africanas, y están ahí, como prueba irrefutable de que donde nació la
lucha contra la explotación racial y la opresión colonial en América Latina y
el Caribe, no puede haber un pueblo que se considere racista o que promueva la
discriminación racial.
Por trayectoria histórica, por tradición cristiana y por sentimientos humanitarios, el pueblo
dominicano es un pueblo fraternal, solidario y amistoso, respetuoso de la
diversidad cultural y orgulloso de su propia
identidad.
Y esto así, aunque en lugar de negros, blancos, mulatos o
trigueños, nos sigamos identificando como indios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario