El siglo XX apostó mucho hacia una filosofía de la realización humana; una moral universal, una exaltación al logro basado en el trabajo y en el progreso colectivo. El hombre vivía con utopías, sueños, ideales y compromiso, solidario con el otro ciudadano luchando por la justicia social y por un mundo inclusivo para el resto de las personas.
La realización, desde entonces, era filosófica, espiritual, humana, colectivista y mundialista.
Pero hoy, el siglo XXI con todo y globalización, con tecnología y desarrollo, ha apostado a una realización fundamentada en el dinero, en el logro de lo tangible, pues de lo contrario, no se tiene éxito, ni se ha logrado ser realizado. Y para mal, así lo ha deglutido el hombre postmoderno, lo ha asimilado de los pies a la cabeza, desde el pensamiento a las actitudes; desde el comportamiento al estilo de vida, creando una realización de visión y misión, egocentrista, narcisista y centrada de manera inclusiva hacia la conquista de una vanidad que solo busca de la belleza, la cosmetología de la vida, del dinero para obtener el goce y la felicidad”.
Tomado del libro Éxito y agonía en la postmodernidad, del Dr. José Miguel Gómez.
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